Uno de los temas más controvertidos para los pescadores de competición de agua dulce es el tema de la suerte. Más concretamente un debate eterno que plantea la duda de si el éxito está en la técnica o en la fortuna. Es interesante cómo se aplica esta discusión a un terreno deportivo en el que siempre se ha tenido la creencia de que estar en uno u otro determinado lugar influye en el rendimiento de los peces y en el efecto que nuestros cebos provocan sobre ellos.
Para un pescador de ciprínidos en la modalidad de coup, se ha considerado siempre que colocarse en un extremo del grupo de puestos (lo que se conoce como puntas) es un factor decisivo que favorece al deportista. La razón es evidente, ya que tenemos capacidad de atraer peces de un lado y de otro, pero de uno de ellos sin competencia ninguna.
Sin embargo, aplicado esto al terreno de la competición implica muchas cosas que pueden perjudicar al pescador, principalmente por el peso que tiene encima ante la responsabilidad de obtener un buen resultado dada la aparente ventaja con la que cuenta.
Pero no sólo en el ámbito de esta modalidad existe ese mito. Si ya es un condicionante en cualquier jornada de pesca por puro ocio, la suerte puede influir en gran medida en un concurso, de ahí la consideración de la pesca como un deporte siempre penda de una delgada y frágil base de igualdad que casi nunca se cumple.
Aun así, éste es un factor que se acepta y pasa a formar parte de las emociones de la competición: que te toque o no un tramo con peces se asume como parte del espectáculo y de las reglas que se aceptan al formar parte de un evento determinado. Si no, poco podría hacerse en realidad, a menos que se contara con escenarios de pesca totalmente uniformes, de grandes dimensiones y con unas características subacuáticas de profundidad, tipo de fondo y corriente idénticas en toda su extensión.
El escenario ideal para un concurso de pesca
Eso, de una manera siempre hipotética, es lo que ya existe en algunos lugares de Europa considerados punteros en esto de la competición (de agua dulce, se entiende). Habilitan canales, tramos de río canalizados o lagos en los que se presuponen iguales las oportunidades de cada uno de los puestos.
Pero desgraciadamente esto sólo puede aplicarse al mundo de los ciprínidos, porque si no ¿cómo conseguir las mismas condiciones de igualdad en un río truchero o en un embalse en plena competición de bass, aun cuando en ésta última hay libertad para moverse? Intentamos convencernos de que existen ganadores y perdedores, mejores y peores pescadores, pero al menos en este ámbito no siempre una y otra condición están relacionadas. La suerte puede llevar al menos técnico de los pescadores a hacerse con veinte truchas si le toca la mejor corriente, o a que el mosquero más fino se quede bolo cuando le asignan un tablón «muerto».
Eso será así por mucho que nos empeñemos en intentar colocar la técnica por delante de la fortuna. La primera es esencial para poder tener oportunidades, pero la segunda es lo que dicta sentencia. Ha sido así desde siempre y se ha hablado de ello durante siglos. Tantos como la pesca lleva haciéndonos disfrutar del simple hecho de que un pez se sienta atraído por un engaño.
Y no se preocupen, que seguiremos hablando de ello. Aunque lo hayamos hecho millones de veces. Es una de las discusiones más bellas y sanas que tenemos entre nosotros.
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