¿Que por qué devuelvo los peces al agua? Mis razones para pescar sin muerte

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La pesca camina con otro rumbo. Atrás quedó la imagen de la cesta llena de peces y de artes poco respetuosas con el río y sus moradores. Hoy, lo que se impone es una nueva política basada en el uso sostenible de los recursos con normas y actitudes del pescador que pretenden, por encima de todo, conservar este patrimonio.
El maná se agotó y, entre otras medidas, no quedó otro remedio que limitar las capturas e imponer una política de cupos, para ajustar las extracciones diarias que correspondieran a cada pescador. Sin embargo, estas iniciativas se demostraron, pronto, insuficientes. Y se planteó el reto más importante: crear una nueva mentalidad conservacionista en el pescador. Esta figura ha sido la verdadera impulsora, junto a la Administración y algunas organizaciones de corte deportivo, conservacionista o ecologista, del nuevo presente de la pesca: sin muerte y dañando lo menos posible al río.
¿Pesca sin muerte? Este concepto, cuya definición más extendida y comprensible es también la de «captura y suelta», se traduce en la obligación de devolver al medio todas las piezas obtenidas; aunque encierra en sí mucha más trascendencia, principalmente porque ya una gran mayoría la lleva a cabo por convicciones propias, incluso en ríos y embalses donde no es obligatoria.

Un ejemplo: la pesca sin muerte en España

En 1981, gracias al impulso de la Asociación para el Estudio y Mejora de los Salmónidos, (AEMS-Ríos con Vida), una entidad que engloba a biólogos, ecologistas y pescadores en pos de la mejora de nuestros cauces, se creó en Castilla-La Mancha el primer coto sin muerte de España. Desde entonces, el número ha aumentado hasta llegar a miles, incluso a comunidades como Andalucía, Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha o Cataluña donde es obligatoria de manera general salvo excepciones.
truchillas
Las razones que llevan a catalogar las aguas así obedecen esencialmente a dos motivos: uno necesario, como es el paulatino descenso de las poblaciones de peces; y otro de tipo ético y turístico, pues es palpable el creciente interés deportivo que acarrea la pesca de algunas especies concretas. Con la introducción en los años 60 y 70 de peces alóctonos como el lucio y el black bass, muchos de los ríos del centro y el norte de la Península —los más perjudicados fueron sin duda los de las dos me-setas— vieron mermadas sus poblaciones trucheras.
Pero esa fue sólo una de las causas; vertidos, desecación de tramos por las minicentrales eléctricas y la sobre pesca llevaron a una situación próxima a la alarmante. Sobre todo cuando en ríos de gran riqueza, como el Órbigo (León), la aclimatación progresiva del lucio motivó la desaparición de la trucha en más de la mitad de su longitud, mientras que en los tramos restantes la densidad truchera es muy inferior a la de antaño.

Captura y suelta de trucha y black bass

Porque hablar de pesca sin muerte es hablar fundamentalmente de trucha, pues para mantenerla y protegerla se han creado las normas, aunque hay otra especie como el black bass cuya popularidad y abundancia también han conseguido verla como un bien a proteger.
Desde el punto de vista moral, el pescador ha tomado conciencia en las últimas décadas de que no todo lo que es capaz de conseguir del río lo va a emplear para el consumo propio. Esto, unido al incesante número de aficionados que llegan y se interesan por la pesca, ha terminado por acomodar en la conciencia de cada uno la idea de «¿por qué llevármelo si puedo volver a pescarlo mañana y seguir disfrutando de mi actividad de ocio favorita?». Sobre todo cuando los sectores turísticos, hosteleros y la propia Administración están interesados en los beneficios que la pesca genera como fuente económica.
No hay que olvidar que este tipo de viajes llenan anualmente las cajas de muchos hoteles, restaurantes y comercios especializados de zonas concretas de España como Asturias, Castilla y León, los Pirineos o el Bajo Ebro, por citar sólo algunos ejemplos.

Más kilómetros de ríos con vida

Para concretar todo este proceso ha sido preciso adaptar normas, leyes y reglamentos, modernizarlos e incluso transformarlos —en algunos casos— completamente, adecuándolos a los nuevos tiempos y a favor de las tendencias imperantes. La pesca fluvial se encuentra regulada en España mediante las órdenes de veda que anualmente publican las respectivas comunidades autónomas, las cuales tienen transferidas estas competencias para adecuarlas a las características, muy variopintas por cierto, de sus ríos, embalses, lagos y humedales. Algunos de los artículos más comunes en todas ellas son los que se encargan de desarrollar la pesca sin muerte.
A comienzos del siglo XX, más por cuestiones morales e individuales que otras razones, algunos pescadores ingleses y estadounidenses comenzaron a practicar esta modalidad —entonces innovadora, casi revolucionaria— de pesca sin muerte y a utilizar anzuelos especiales sin arponcillo para causar el menor daño posible a los ejemplares capturados.
En la década de los años 30, uno de los autores fundamentales en la literatura piscatoria, Lee Wulf, en su obra Handbook of freshwater fishing (Manual de pesca en agua dulce) sintetizó la idea que hoy en día se va implantando en las normativas: «las especies de pesca deportiva son demasiado valiosas como para que los peces sean capturados una sola vez».

Competiciones con devolución de peces

Resulta también de vital importancia el papel que tiene el aspecto competitivo. En los concursos de ciprínidos, donde es habitual conseguir varios cientos de capturas, de black bass o en los de salmónidos como la trucha o el reo, siempre es condición indispensable para su celebración, y así está recogido en el Reglamento de la Federación Española de Pesca, el mantenimiento de todas las piezas vivas y su posterior devolución al agua; algo que se consigue fácilmente, teniendo en cuenta que pueden ser cuatro o cinco horas de competición.
Los dos métodos más empleados para conseguirlo son los rejones, «cestas» en forma de tubo de tres o cuatro metros de largo que se introducen en el agua y por cuyo extremo superior se van depositando las capturas, y los viveros, habitáculos especialmente acondicionados y oxigenados para transportar los ejemplares en las embarcaciones. Tampoco conviene engañarse pensando que ésta es la solución definitiva para remediar la escasez piscícola de nuestros ríos. Por eso, los expertos señalan que la pesca sin muerte sólo debe llevarse a cabo en dos casos. Uno de ellos es cuando las poblaciones autóctonas se encuentren amenazadas, tengan características genéticas puras y estén localizadas  en tramos de río bien conservados.
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Una trucha garganta cortada en Yellowstone (EEUU), vuelve al agua.

Así se consigue una regeneración natural a base del mantenimiento de los reproductores. Eso, salvaguardando la línea genética de la cabecera en cuestión, hoy en día fundamental debido a la hibridación que han traído consigo las continuas repoblaciones con ejemplares centroeuropeos que se han llevado a cabo. El otro caso se remitiría a una cuestión meramente de oferta para el pescador; es decir, consistiría  en conseguir así que se sintiera atraído por la certeza de que está en disposición de tener en sus manos piezas grandes, aun sabiendo que tienen que retornarse.
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