Chips en la cabeza del salmón: una técnica para proteger la especie

La situación del salmón atlántico en España sigue siendo preocupante. Buena parte de este glosario de males, impedimentos y amenazas se estudian e intentan remediar en Arredondo. Este pequeño pueblo cántabro, situado a orillas del río Asón, alberga un Centro lctiológico puntero, a la cabeza de España en investigación y considerado una referencia en el ámbito europeo.
Un antiguo molino harinero adquirido en 1986 por la Diputación Regional, y reformado en el año 97, alberga unas instalaciones que buscan varios objetivos fundamentales: evaluar las poblaciones, saber de dónde provienen los salmones españoles a través de la caracterización genética, diagnosticar, prevenir y tratar las enfermedades infecciosas y, por último, saber cómo le afectan la depredación y otras causas de mortandad.
Para ello, dispone de un laboratorio de Genética Molecular (publicaron un estudio en National Geographic) o un banco de genes como medios tecnológicos más avanzados pero también lo más imprescindible: acceso directo al río donde se capturan los ejemplares a estudiar, los que servirán como reproductores y donde se sueltan los que se crían.

El Centro Ictiológico de Arredondo

Arredondo tiene capacidad para producir casi 200.000 juveniles actualmente, que se mantienen en condiciones de recreación natural con tanques provistos de dispositivos de control de caudal o velocidad de la corriente. Todo para hacer lo más real posible la etapa previa a su entrada al río como potenciales repobladores. Muchos de ellos pasan por un llamativo proceso que permitirá, al paso de los años, reconocerlos nuevamente.
Mediante un micro-marcado, los técnicos implantan uno a uno chips magnéticos en la parte superior de sus cabezas. Así se determinan las tasas de retorno de los salmones repoblados o se establecen las rutas migratorias que siguen. Aunque por el momento no llega al 1% el número de «recapturas» en agua dulce, se ha podido localizar a varias docenas de ellos en los mares de Escocia e Irlanda mediante ejemplares que han encontrado pescadores profesionales con red. Esa misma tarea, con menos avances pero con los mismos propósitos, la realiza una larga serie de piscifactorías y centros de alevinaje en todo el Norte.
Mientras Navarra y Guipúzcoa se basan en repoblaciones conseguidas en el Bidasoa, donde la línea genética de los salmones es la misma para sus cuencas, Galicia y Asturias disponen de varios puntos de producción y estudio. Los gallegos en el Eo y el Lérez, y los asturianos en cuatro ríos diferentes con capacidad global de soltar un millón de alevines cada año. Pero aunque puedan asustar, estas cifras no son suficientes. De hecho, ni aunque fueran cien veces mayores garantizarían que los ríos vuelvan a tener salmones suficientes. El esfuerzo es lo único que queda. El resto, el trabajo que se está haciendo en todos los frentes, tardará todavía unos años en dar frutos.
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